sábado, 30 de abril de 2016

SI LOS CUADROS HABLARAN: MONDRIAN

Broadway Boogie Woogie, 1942

Es evidente que a Piet Mondrian le sentó bien Nueva York. Digamos que la bulliciosa cuadrícula de la gran manzana , con sus ritmos sincopados y sus centelleantes luces, animó lo suyo el hierático y teosófico formalismo del holandés. El Jazz le hizo más simpático si cabe y terminó por disolver los restos más pesados de la herencia calvinista europea.
Resulta ciertamente difícil imaginarnos al frío y austero mondrian improvisando unas cuantas contorsiones en la pista de baile al ritmo de una agitada banda de jazz pero, a decir de los que lo conocieron, a los sesenta y tantos años de edad el viejo Mondrian cayó rendido a los encantos de esa música de negros que no se cansaba de bailar.
“Broadway Boogie Woogie” (de un año antes de su muerte en Nueva York) es la prueba de que la energía de la gran ciudad americana, vital, ruidosa, moderna e imperfecta, sumada al espíritu alegre y deshinbido del jazz logran hacer que un cuadro de Mondrian nos resulte hasta sexy.



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