martes, 10 de enero de 2012

playa de Bateles. Joaquín Sáenz


Playa de Bateles


1998. Óleo sobre lienzo.
Colección del artista.


Joaquín Sáenz ha amanecido y anochecido tantas veces en las playas de Conil que las playas de Conil nos parecen una emanación de Joaquín Sáenz. En grises otoñales, con el azul y el verde de la primavera, del ebúrneo blanco del verano la luz y el aire de estas playas se han ido impregnando a ritmo lento mientras el pintor los reflejaba desde su templada paleta. La playa de Bateles, por ejemplo, con la ruinosa torre de Castilnovo en lontananza, ha sido pintada, a lo largo de más de veinte años, hasta la pura absorción.
Sólo es necesario repasar las numerosas versiones que de esta playa (y casi desde idéntico ángulo) el artista nos ha ido brindando en diferentes horas del día y estaciones del año, con la marea alta o en amplísimas bajamares, salpicada de casetones y siempre vacía de bañistas y paseantes. Estamos, en esta enésima versión de 1998, ante una de sus últimas revisitaciones y todo en ella nos parece más deshabitado y desnudo que nunca: los blandos kilómetros de arena, la lengua, de un azul entre el cielo y el acero, del océano, la larga mancha de la línea de horizonte en forma de nubecilla, agrisada como buche de pichón. La pincelada barrida y de la calidad de una sutil aguada nos susurra que estamos solos, absolutamente solos frente a lo creado, a lo que está ahí y ha estado siempre, desde el principio de los siglos, antes que nosotros y no nos ha necesitado. No es otro el rumor que nos llega.
Aquí no se alude a una dimensión mayor ni a una mayor definición de los límites de los espacios. Aquí la vibración es el estado último de la pintura. No hay dramatización ni retórica del vacío. Los sentimientos de soledad o de intensidad cobran un aire introspectivo y sutilmente melancólico. La enormidad de esa llanura arenosa y vacía no nos llena de pavor gracias a la suavidad de las gamas cromáticas, la difuminación vibrante de las cosas y por la amable luz que las habita.
Sin embargo, ese silencio...


Nota: De mi libro "Conversaciones con Joaquín Sáenz" editado por el Museo de Alcalá de Guadaira y la Diputación de Sevilla.


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